Las cámaras no sacan por ellas mismas fotografías. Las personas componen y realizan, cuando aprietan el obturador dibujan y plasman con luz, la cámara como si de un pincel se tratase, es el medio técnico del que nos servimos para “desenterrar” las imágenes.
En nuestras manos y en nuestros ojos se escruta y se escudriña la realidad “de otra manera”. Es abrir la puerta de los sentidos, inmortalizar la imaginación. El equipo, los materiales y la composición se utilizan para hacer “real” la textura del sueño, el objetivo abierto que se cierra al borde de lo desconocido.
Es una semilla, metal, piedra, cuarzo, madera… soleá de un pincel de luz como prolongación del ojo más allá del ojo, iris absorbiendo el universo, renovando la pupila con la expresión del alma. Zapateado eterno como un turrón.
Texturas que
abren camino a la luz que persigue la búsqueda, esculpir sin descanso el
espacio más allá de los anhelos. Masa en bruto que curiosea, escarba, indaga y
ventea. Ahonda en la piel de la tierra.
El fotograma
como cuenco de luz liberado de formalismos, donde se emplaza la materia de la
tierra. Semilla del universo, donde moran los sueños. Epidermis del poema que
alumbra el espíritu.
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