Se cuela el
sol por la circunferencia de medio tendido,
albero
abierto al cielo y goloso de aurífera arena,
el
acartelado se concentra firme y solo
bajo las
cargadas miradas de la grada locuaz.
Rezan plegarias como mensajes de amor
con el fervor de un corazón bravo y
resuelto,
el torero apunta al infinito y mas
allá,
tarde de toros y belleza torera.
Maduro el torero, se relaja el
diestro,
abiertas las telas gobierna las
nobles embestidas
del que acude raudo al chispeante
platillo,
por naturales se somete en
acreditadas tandas.
Clavado en rodilla segura en los
mismos medios
invoca al chorreado y astifino bruno
hasta las cepas
alumbrado por los Ángeles de la
guarda
que despejan los pitones de los
muslos.
Toro y torero deshojan la flor de la
lidia,
desplegando empaque en el cruce de
testuz y muleta,
espectáculo mandón, largo y profundo,
en faena ligada al hilo y sangre,
fiesta y tauromaquia.
La taleguilla de blanco y oro de par
en par
convoca la suerte en silencio de
cementerio,
mientras centellea el acero bajo la
luz de la tarde,
un fulgor, como una parda ola contra
la roca del puerto.
Lid y muerte de bravo en los medios,
encendida la pañolada en los
asfixiados tendidos,
danza de amor y agonía en bella
suerte,
faena redonda para una salida a hombros.
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