21 jun 2013

LOS ALCAZARES: LUZ Y ARENA






Todas las mañanas, cuando el alba levanta sus parpados, un nuevo juego de luces rebautiza la arena sedienta y fría que se desprende de la túnica nocturna. Genuina estampa mediterránea, entre mares, representativa de los mejores lienzos. Naturaleza exuberante y estampa náutica desplazándose por el horizonte como fusión de colores en el crisol pastelero de los elementos. Orfebrería que enciende con una intensa piel de vidrio la pantalla solar. Colores de volúmenes áureos y resplandecientes que se extienden rotos y henchidos por el cielo, en convivencia con mar y playa.


Cálido y frio se despereza el cielo
en un derroche de paleta y luz,
abriendo fantasías en dispersión
pone su boca en el cuello
quebrando la fuente de su albor.












































Húmeda la arena levanta en la bruma
siluetas de hoteles como banderas,
tiemblan como un ensalmo en la lejanía,
a la espera de la crisálida de destellos,
el cocón que reverbera la creación.















































Con revoloteo litúrgico se despereza fresco el Mar Menor, levantando las mejillas grisáceas y los parpados soñolientos bajo las faldas de los cielos que quieren desnudarse al calor. Reventados en brochazos sutiles, se cargan de manchas los labios en la frontera del agua y la sal como proas gemelas a medio navegar sobre ondas anchas y densas. Rito diurno y diario, cumplido de piel sedienta, voluptuosa y deseo.



























Los elementos manchan en acuarelas
respirando el lienzo entre leve brisa,
mientras las ondas perfumadas
caminan estelas de reflejos y fulgores
donde el mar enjuaga los besos.


  


































Como una enredadera divina
teje la luz el manto del mundo,
mientras las gaviotas se suspenden al vuelo
y los pájaros trinan el silencio
hasta desangrarse en el filo de la boca.


































































Amanecer, es teñir y narrar la obra divina,
una artesa de amor y barniz pegada
a la piel del día que nos invade,
proyectando estremecidos colores
con los que sanar los ojos de los ciegos.  



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