PRIMAVERA
Inauguramos
el tiempo. El surco abierto a la semilla nos trae la primavera. Novia colmada
de cuerpo, abundancia y dones. Bajo su celo surten fuentes de pintura y de
sosiego sin enredos.
Alzan las
flores faros de luz como algarada esencial de la alegría, plenitud de la
creación en todo su apogeo. Se despliega el manto verde bajo sus encajes
mientras al cielo se elevan sarmientos, ramas y brotes.
VERANO
Fuertes bajan los cauces del verano, inundando de brisas frescas y lenguas de fuego la madura tierra sazonada. Carnívoras raíces que respiran entre los labios de la tierra, tiemblan y jadean frutos que sobreviven del polvo de los caminos.
Recolecta de
verduras, fronda vegetal y frutas con el corazón caliente, mientras suenan las
cigarras y la luz quiere perpetuarse como cicatriz del deseo. El viento trémulo
y caliente carece de oxigeno, mientras los poros saben a sal.
OTOÑO
La pasión
desemboca sin ruido y de oro, con melancolía nos llena el otoño perdiendo
hojas. Se visten los arboles de mieles para desnudarse con cada soplo bailando
valses entre aromas de castañas y nueces.
Los cielos
sueltan las velas, albinas, enlucidas y silentes, que se tiñen en el crepúsculo
como pimpollos de colores, y sucias inundan como una bahía la tierra. A la par,
se cierran los toneles y se abren almazaras, el reposo unge la tierra.
INVIERNO
Apurando
grasa y nuevos caldos se calienta la tierra envuelta en un abrigo gris. Abierta
y tierna espera bajo un cielo enlutado
de navegantes, bañada de brumas y nieblas. Las ondas caldeadas suben las faldas
de los montes.
En el arrebol de la mañana, como un rey sesudo y en sus cabales, extiende
su manto de angora fino, germinando esponsales formales y serios que desaten
las cintas verdes del corpiño de la primavera.
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