Francesco Petrarca, en una carta enviada a su amigo de Bolonia en Agosto del 1321, le describia asi a la Serenissima Repubblica di Venezia:
« [...] quale Città unico albergo ai giorni nostri di libertà, di giustizia, di pace, unico rifugio dei buoni e solo porto a cui, sbattute per ogni dove dalla tirannia e dalla guerra, possono riparare a salvezza le navi degli uomini che cercano di condurre tranquilla la vita: Città ricca d'oro ma più di nominanza, potente di forze ma più di virtù, sopra saldi marmi fondata ma sopra più solide basi di civile concordia ferma ed immobile e, meglio che dal mare ond'è cinta, dalla prudente sapienza de' figli, suoi munita e fatta sicura » |
"Esta Ciudad que, hoy en día, es la única que es albergue de la libertad, la justicia, la paz, el único refugio del bien y solo el puerto al que, batidos por todos lados por la tiranía y la guerra, los buques pueden ser reparados a salvo por los hombres que tratan de llevar una vida tranquila: una ciudad rica en oro, por más que se nombre, poderosa de fuerzas pero más de virtud, fundada sobre retazos de mármoles pero con una base sólida de la concordia civil firme e inamovible, y mejor que el mar que la circunscribe, de la prudente sabiduría de sus hijos, su fortaleza es seguridad."
Entrando por la puerta de servicio, el "vaporetto" unido al rumor del agua nos abre el asfalto liquido, el lecho del destino de Venecia, espejo perpetuo en el que se mira la historia y la vida cotidiana de la Serenissima, tanto de los grandes personajes como de los pequeños sucesos acaecidos en "la ciudad lagunar" mientras narcisista de sí misma se hunde en su propia e insólita belleza con un lento éxtasis.
"Las Piazzetas" y "Campos" se abren para ver el cielo cuyas nubes se mojan an los canales como plumas que acunan acuarelas, entre la ligereza que trasmiten las fachadas, faroles y esquinas que se visten despacio del oro de la tarde. Venecia, nombre de dueña opulenta de Imperios y Doges, señora del mar y libres blasones que tiempo a tras cubría la tierra con solo nombrarla. Hermosa, siempre colgada sobre el trajín de sus canales suspira hechizos y festines.
Venecia de besos húmedos y mirada atrapada en el agua, mientras la vida deambula en los "sestiere" o se sienta en mesas bendecidas de panes con "prochiutto". "Ramos" y "rugas" se impregnan los pies en ondas de agua y remolinos que fluyen pegando moho en las milenarias paredes de palacios y casas alzadas en canales ya viejos.
La "Serenissima" deslumbra como el vidrio, sus canales quiebran llenos de góndolas, sus "veduttes" rompen como lienzos de destellos brumosos. Cortejo ácueo que escribe paginas de historia viva entre las luces del crepúsculo chispeando sobre el agua y diluyéndose en los reflejos de la luz de sus fachadas. Es el momento fastuoso, fantasía sin tiempo que deja a un lado los relojes, nos movemos el ritmo del agua, olores, sonidos y patina de colores. Increíble ciudad de ensueño presidiendo el Adriático en perfecta armonía como inexpresable elixir.
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